La tecnología en el transporte público

Las zonas urbanas son uno de los principales lugares donde se están desplegando las nuevas tecnologías, como señala el concepto de “ciudad inteligente”. Las ciudades están más densamente pobladas a nivel mundial, y tienen los volúmenes más altos de flujo de mercancías y de personas. Son espacios naturales en los que la tecnología se usa para resolver problemas sociales y económicos. De aquellos que están en el poder depende de qué manera se introduce la tecnología y si los problemas sociales y económicos se resuelven teniendo en cuenta los intereses de los trabajadores y trabajadoras.

El transporte público no es un excepción. La tecnología permite que el capital replantee el aspecto que deben tener los sistemas de transporte. Algunos de estos enfoques se centran en convertir al transporte en un servicio a demanda proporcionado por plataformas digitales de propiedad privada. En algunos casos, los medios de transporte son incluso manejados por voluntarios. En otros casos, el enfoque es conectar todas las formas de transporte, incluidas bicicletas y caminar, a un sistema interconectado que permite a los usuarios elegir la combinación que les convenga para desplazarse de un punto A a un punto B.

Ciudades inteligentes

Muchas ciudades de todo el mundo se están convirtiendo en ‘ciudades inteligentes’, lo que, en términos generales, significa que la tecnología y los datos se utilizan para mejorar servicios urbanos como el transporte. Se puede hacer, por ejemplo, concentrando todos los datos burocráticos en un lugar al que los ciudadanos pueden acceder fácilmente, como ocurre en Moscú, donde la gente puede ver los resultados de los exámenes de sus hijos, los informes escolares y qué comen en el mismo lugar que utilizan para pagar sus facturas y sus multas de aparcamiento. En otras ciudades, los datos de los teléfonos móviles se utilizan para estudiar cómo se desplaza la gente en la ciudad, o para saber cuándo hay que recoger los cubos de basura. Los datos se recopilan desde bases de datos dispersas, y también desde sensores como teléfonos móviles, cámaras o chips incorporados en el tráfico o en otras infraestructuras. La interconexión de fuentes de datos es clave para esta idea.

Esta definición de ciudad inteligente plantea soluciones a los problemas sociales y urbanos basadas en la tecnología. Esto implica opciones políticas y podría agravar las desigualdades existentes. Cambiar la narrativa de ciudad inteligente en favor de los intereses de los trabajadores/as y de las comunidades requerirá centrarse más en la justicia social de las ciudades, en la democracia participativa y en la implicación del público.

Como ocurre actualmente en numerosas ciudades, son compañías privadas las que proporcionan y, por tanto, controlan los datos. Existen problemas de transparencia y de responsabilidad democrática. Los habitantes de algunas ciudades están comenzando a actuar y a exigir acceso y control democrático de los datos.

Impacto en los trabajadores/as del transporte urbano

Los trabajadores y trabajadoras del transporte urbano se van a ver sumamente expuestos a esta tendencia. En una ciudad inteligente ideal, los sistemas de autobuses, taxi y metro estarían integrados. La cuestión es cómo hacerlo.

Los trabajadores /as del transporte deberían tener principalmente dos inquietudes. La primera es si realmente ‘ciudad inteligente’ significa ‘ciudad privatizada’: una ciudad en la  tecnología y los datos son propiedad de las compañías privadas que los recopilan y analizan
y que los utilizan para determinar las condiciones laborales y la estructura del sistema. Si este fuera el caso, los trabajadores y trabajadoras podrían contribuir con sus datos al funcionamiento del sistema, pero no tendrían ningún control sobre qué se hace con ellos.

La segunda es cómo afectan estos nuevos enfoques a los actuales sistemas de transporte público en los que la mayoría de los trabajadores/as son empleados/as públicos o tienen un empleo formal. Si se minan los sistemas de transporte público en favor de aplicaciones de transporte a demanda tipo Uber, el resultado será un notable descenso de los ingresos y de las condiciones laborales del sector. Si el concepto de ‘ciudad inteligente’ vincula los servicios proporcionados por trabajadores/as empleados formalmente a los proporcionados por mano de obra informal, a tiempo parcial o voluntaria, entonces cabe esperar una significativa presión a la baja sobre los salarios y las condiciones junto a los efectos en la seguridad y el servicio de pasajeros. No obstante, si los sindicatos son fuertes e influyentes, podremos moldear una transición justa que vele por el interés tanto de los trabajadores/as formales como de los informales. 

También existen otras inquietudes: una ciudad que funciona con datos tiene que recopilar esos datos. Quien los recopila, analiza y ostenta la propiedad se convierte entonces en un actor increíblemente poderoso en esa ciudad, lo que podría causar efectos en la democracia, en la exclusión social y de género, y en todo tipo de asuntos que afectarían a los trabajadores y trabajadoras del transporte, a las personas que almacenan las mercancías, así como a los habitantes de estas ciudades. Tanto los trabajadores/as del transporte público, formales e informales, como los ciudadanos tienen que participar en el proceso democrático de planificación del futuro de las ciudades, con el fin de asegurarse de que los datos son un recurso público.

Automatización

En muchas ciudades los trabajadores y trabajadoras del transporte ya han sufrido la desaparición de miles de puestos en los servicios de atención al cliente y venta de boletos, desde personal de venta de boletos a revisores de tren y de autobús. Este proceso continúa, como podemos ver en los actuales conflictos sindicales relacionados con los/as vigilantes en los trenes.

Esta disminución del número de empleados/as en la infraestructura de transporte también tiene que ver con la seguridad, y con el contacto humano. A la gente le gusta tratar con personas cuando tiene un problema, y se siente más segura utilizando transporte dotado de personal. Es también un asunto de género, ya que muchos de los puestos de trabajo que desaparecen son aquellos en los que dominan las mujeres. La capacidad sindical determinará los intereses de quién hay que tener en cuenta a la hora de resolver estos problemas.

Tecnología sin conductores 

Este es el ejemplo más destacado. Los sistemas de metro son de los más fáciles de automatizar ya que funcionan en un entorno controlado sin mucha exposición al clima. Aquí observamos una clara tendencia hacia un incremento de la tecnología sin conductores; se espera que China y el Golfo lideren el camino. Algunas compañías esperan que hasta un 70% de los sistemas del metro deje de utilizar conductores en un plazo de unos 6 años. Otros sectores del transporte público no son tan fáciles de automatizar.

Será mucho más difícil que se dejen de utilizar conductores en los autobuses y en otros medios de transporte de pasajeros por carretera, lo cual se debe en parte a la complejidad del entorno de las carreteras, pero también a la complejidad de las necesidades de los pasajeros. Los conductores de autobús pueden ofrecer primeros auxilios, bajan las rampas para minusválidos y tienen que controlar el comportamiento de los pasajeros, y no es fácil que una inteligencia artificial lo haga en un futuro próximo.

Desarrollo de autobuses por control remoto

Esto podría ser mucho más barato y podría hacerse combinándolo con tener a ‘alguien’ en los autobuses para realizar servicio al cliente (con un salario inferior al de un/a chofer). Los/as choferes trabajarían desde una oficina con pantallas mostrando muchos datos, y los autobuses podrían ser operados desde ciudades más baratas, o incluso desde otros países.

Las ventajas económicas para los empleadores están claras. Utilizar tecnología más barata que la que ya existe, descualificar los roles humanos en los autobuses, y desplazar los roles cualificados a regiones con mano de obra más barata.

Tecnología de vigilancia

Los trabajadores y trabajadoras del transporte público cada vez están más expuestos a la tecnología de vigilancia, bien a través de sus teléfonos o dispositivos móviles, o mediante el despliegue de cámaras y micrófonos en las ciudades y en sus sistemas. La inteligencia artificial se introducirá gradualmente y cada vez será más capaz de comparar a unos/as trabajadores/as con otros/as, y podría utilizarse para hacer caer los salarios y las condiciones. No tiene por qué, pero si el transporte es gestionado por empresas privadas o compañías públicas que desean obtener beneficio, esta será la tendencia que seguirá la tecnología en el sector.

Por ello es necesario que los trabajadores/as tengan más voz en lo que respecta a cómo se despliega la tecnología, y a cómo puede ser utilizada por sus empleadores.

Control de la tecnología por parte de los trabajadores/as

De aquellos que están en el poder depende de qué manera se introduce la tecnología y los efectos que tendrá en los trabajadores y trabajadoras del transporte público. Existen opciones sociales implícitas en las nuevas tecnologías y en las nuevas prácticas laborales. Como sindicatos, tenemos que influir en la narrativa sobre la tecnología. ¿Qué condiciones se requieren para que la tecnología beneficie a los trabajadores/as? ¿Qué políticas y objetivos de campaña nos ayudarán a conseguirlo? ¿Cuáles son nuestras demandas sindicales para las ciudades inteligentes?