Nuevas tecnologías en el transporte por carretera

Los medios de comunicación de todo el mundo están repletos de noticias que tratan con entusiasmo el desarrollo de vehículos sin conductor. Sin embargo, unos cuantos escépticos creen que no ocurrirá nunca, y otros opinan que la tecnología tardará mucho tiempo en madurar, y que las economías también tardarán mucho en adaptarse a la producción generalizada y el mantenimiento de esos vehículos. Al mismo tiempo, existe una gran demanda de conductores, que se prevé aumente tanto en Europa como en los Estados Unidos. Los conductores también son baratos, por lo que es difícil distinguir cuál es el auténtico incentivo que hay detrás del desarrollo de vehículos sin conductor.

Tras 3 años de investigar este tema, he llegado a la conclusión de que probablemente se llegará a los vehículos sin conductor, pero no de una forma significativa aún por algún tiempo. Mientras tanto, es más que probable que los conductores se vean afectados por el uso de tecnología de vigilancia que les controlará y vigilará su forma de trabajar.

Es probable que los conductores todavía tengan unos 15 años para prepararse para la llegada de los vehículos sin conductor, aunque los vehículos automatizados llegarán a algunas ciudades y algunas rutas interurbanas en menos tiempo. Ya estamos viendo algunos experimentos de vehículos sin conductor, especialmente en EE.UU., y ya han sufrido algunas colisiones; dos personas, un conductor y un peatón, han muerto. Y llevamos muchos años viendo un aumento de la automatización en medios de conducción específicos, como aparcamiento por ejemplo, o frenado. Por tanto, en este sentido, el desarrollo de la tecnología sin conductor será la culminación de un proceso a largo plazo.

Hay muchos asuntos que resolver antes de poder introducir vehículos sin conductor.

Uno es elegir un ‘tipo’ de tecnología sin conductor. Los vehículos sin conductor tienen que ser capaces de comunicarse con otros vehículos, con la infraestructura de tráfico y con los teléfono móviles. Por tanto, para desarrollar un vehículo sin conductor, habrá que poner los sensores y el equipo de comunicación en el mismo vehículo, por lo que cada vehículo individual estará totalmente automatizado; o bien habrá que poner parte de los sensores y del equipo en el camión, pero muchos más en las carreteras y en los arcenes. Según algunos analistas, esto plantea preguntas, como por ejemplo si estos camiones pueden ser realmente denominados ‘autónomos’, pero para los conductores, eso es un asunto secundario: el vehículo funcionará sin conductor tanto si el equipo se pone en el camión o en la carretera. Otro punto importante del tema de los vehículos sin conductor es la existencia de comunicaciones seguras y digitales muy rápidas entre el vehículo, sus sensores y el equipo que no se encuentra en el vehículo. Esta es la razón por la que el desarrollo de tecnología 5G es tan fundamental para los defensores de la tecnología y por la que, ante la amenaza del las bandas criminales y la forma en la que tienen lugar los conflictos entre estados en el Internet, la seguridad y el pirateo informático continúan siendo asuntos cruciales que exigen que siempre haya un conductor controlando el vehículo.

Más importante aún, estas cuestiones indican que los vehículos sin conductor requieren de inversiones considerables en la infraestructura, en la tecnología de las comunicaciones y en el despliegue de sensores en nuestras carreteras. Pero ¿quién pagará estas inversiones? Las inversiones del Reino Unido en Autopistas Inteligentes es un indicativo de que es probable que se necesite una inversión estatal. Hay quien argumenta que habrá que desarrollar mapas digitales en 3D de países enteros, y es cierto que algunas compañías están desarrollando esta tecnología. Pero el mapeo actual de la mayoría de países sería muy costoso y ¿quién pagaría por ello? Muchos países quizás se opongan a la idea de brindar a una compañía extranjera la oportunidad de construir un mapa 3D de todas sus ciudades y espacios públicos. Una tecnología así tendría un gran valor militar porque permitiría la construcción de modelos digitales de ciudades enteras en las que podrían entrenar las tropas. También ayudaría a la precisa localización de munición guiada.

Pero existen otros obstáculos que la tecnología tiene que superar para que se pueda implementar en cantidades considerables. Las normas en materia de tráfico internacional especifican la necesidad de conductores en los vehículos que circulan en las carreteras, por ejemplo. Habría que elaborar normas internacionales para la comprobación de sensores y de programas informáticos. Sería necesario también aclarar la cuestión de responsabilidad en caso de choque: ¿quién sería responsable, los fabricantes de los sensores, los fabricantes del programa informático, los proveedores del equipo de comunicación, o los fabricantes del vehículo? ¿O todos ellos? Y ¿qué sucede con la cuestión moral que plasma el ‘dilema del tranvía’ (el dilema ético al que se enfrenta un conductor de un vehículo que tiene que elegir entre matar a una persona imposibilitada en la carretera o a varias personas)? ¿Podemos permitir que los programas informáticos tengan la capacidad de tomar decisiones sobre la vida y la muerte? En este sentido, también hay que intentar establecer pautas éticas para los programadores informáticos. Se está trabajando en todos estos asuntos, pero probablemente pasarán años antes de que se resuelvan.

Y no sabemos cómo acogerá el público la tecnología sin conductor. Es poco probable que se materialicen las afirmaciones en materia de seguridad que hay detrás de los vehículos sin conductor ya que la tecnología aún va a convivir, durante un tiempo considerable, con vehículos operados por personas, lo que provocará accidentes. Escaso mantenimiento, erupciones solares, condiciones metereológicas excepcionales, interrupciones de energía, piratería informática y vandalismo por parte de criminales o delincuentes adolescentes: todo ello puede dar lugar a accidentes mortales que aviven el escepticismo del público.

Los problemas medioambientales también son cuestionables. Si bien los vehículos automatizados pueden utilizar combustible de una manera más eficaz, y podrían permitir reducir el número de flotas, hay que tener en cuenta el coste que la tecnología supone para el medio ambiente, así como el coste que invertir en nuevas fábricas y nueva infraestructura en todo el mundo supone para el clima. Es más, no parece probable que se reduzca, como se ha previsto, el número de flotas en un entorno de competitividad. Parece que, desde el punto de vista holístico, la introducción de vehículos sin conductor puede acarrear un mayor coste para el medio ambiente.

Y mientras tanto, los sensores y la tecnología telemática analizan todos los aspectos del trabajo de los conductores, los sensores biométricos examinan su fisiología, la Inteligencia Artificial analiza sus comunicaciones, y un algoritmo graba, estudia y finalmente decide sus rutas y las interacciones con los clientes. Los sensores graban cuándo los conductores abren la puerta, cuándo se abrochan el cinturón de seguridad, cuándo arrancan el motor y demás. Entonces son comparados unos con otros y sometidos a una gran presión para que operen dentro de unos parámetros que decide una máquina, lo que crea un entorno de mucha más presión para los conductores y aumenta su vulnerabilidad. El uso de sensores para medir el desgaste de los equipos y de los motores podría dar lugar a mejoras, o podría ser utilizado para llevar estas cuestiones al límite de su resistencia. Sin conductor en el vehículo, ¿quién mantendrá los sensores? ¿Quién tendrá un incentivo para garantizar que los vehículos son seguros?

Este uso de la tecnología debería convertirse en un asunto clave para todos los trabajadores y trabajadoras del sector del transporte por carretera y del sector de logística, ya que debilita sus procedimientos de trabajo.